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- Cuento del día - La princesa y el Espantapájaros
Posted by : Adictogameplay
lunes, 6 de mayo de 2013
Hola hola amigos de la red, cómo ya algunos saben desde hace un tiempo estoy poniendo cuentos, cuentos pequeños para poder disfrutar de este mundo el cuál es la lectura y la creatividad por ende por este medio también estaré publicando los cuentos.
A muchos de nosotros nos gustas escribir, incluyéndome, y para fomentar ello, este es el primer cuento, espero que les guste y comenten los cuentos.
LA PRINCESA Y EL ESPANTAPÁJAROS
¿De que otra forma pudo nacer? Irrefutable
era que su nacimiento viniese de la gran mezcla de odios, pues él mismo era un
odio. De los pecados de los hombres y de los hechizos de las brujas, de allí
surgió él, despertando en el soporte de madera que el granjero le construyo
para que las aves no se acercasen a la cosecha.
Lo primero que vio en su precipitado despertar fue la noche; noche poética iluminada de elegante luna en delineado menguante, y estrellas salpicadas en el gran escenario. Descendió del gran soporte desde donde los cuervos le temían desde antes de vivir, su misión siniestra la tenia muy en claro. Al granero se dirigió, de alguna forma sabia que allí se escondía su gran cetro, cetro de verdugo, cetro moldeado a guadaña tirana.
La tierra de los hombres conoció el horror con el demonio de la época. Las calles se mancharon de sangre y las naciones en llamas; tal cual reflejaba la pronunciada hoja de su cuchilla.
El hombre devolvió el golpe justo como su orgullo siempre le dictaba. No obstante, la vil criatura no dejaba de ser temida, y mientras así fuese, su poder jamás le abandonaría.
El demonio de paja moraba en los bosques oscuros que el hombre aun no había destruido, y fue justamente en un bosque oscuro donde él la conoció.
Era aquella una noche tan memorablemente bella como en la que él fue engendrado. Los temibles árboles le abrían paso al modesto lago donde el bordado lila del vestido de la princesa se empapaba de lágrimas.
Ella escucho al ser que caminando atravesaba la espesa maleza del bosque, tal criatura no podía pasar desapercibido en el escabroso terreno.
Ella lo vio a él, y él la vio a ella; él desde el bosque oscuro, ella desde el lago que retrataba a la luna.
El gran encuentro se había susetado, todo enmudeció y la tierra se sumergió en el silencio más atroz de todos. Ni la lluvia que caía sobre las hojas de los árboles podía vencer a aquel titán opuesto al ruido que regia como dictador en la realidad de la extraña pareja.
Sonrisa precaria y siniestra se cernía siempre sobre el rostro de paja del monstruo; ella le proveía de todo el temor que solicitaba para moverse. Las brujas eran las responsables, el embrujo que le dio la vida no era del todo provechoso para el carácter depredador del que había descendido a la tierra a asolarla. Sin temor, él no se podía mover.
Lo primero que vio en su precipitado despertar fue la noche; noche poética iluminada de elegante luna en delineado menguante, y estrellas salpicadas en el gran escenario. Descendió del gran soporte desde donde los cuervos le temían desde antes de vivir, su misión siniestra la tenia muy en claro. Al granero se dirigió, de alguna forma sabia que allí se escondía su gran cetro, cetro de verdugo, cetro moldeado a guadaña tirana.
La tierra de los hombres conoció el horror con el demonio de la época. Las calles se mancharon de sangre y las naciones en llamas; tal cual reflejaba la pronunciada hoja de su cuchilla.
El hombre devolvió el golpe justo como su orgullo siempre le dictaba. No obstante, la vil criatura no dejaba de ser temida, y mientras así fuese, su poder jamás le abandonaría.
El demonio de paja moraba en los bosques oscuros que el hombre aun no había destruido, y fue justamente en un bosque oscuro donde él la conoció.
Era aquella una noche tan memorablemente bella como en la que él fue engendrado. Los temibles árboles le abrían paso al modesto lago donde el bordado lila del vestido de la princesa se empapaba de lágrimas.
Ella escucho al ser que caminando atravesaba la espesa maleza del bosque, tal criatura no podía pasar desapercibido en el escabroso terreno.
Ella lo vio a él, y él la vio a ella; él desde el bosque oscuro, ella desde el lago que retrataba a la luna.
El gran encuentro se había susetado, todo enmudeció y la tierra se sumergió en el silencio más atroz de todos. Ni la lluvia que caía sobre las hojas de los árboles podía vencer a aquel titán opuesto al ruido que regia como dictador en la realidad de la extraña pareja.
Sonrisa precaria y siniestra se cernía siempre sobre el rostro de paja del monstruo; ella le proveía de todo el temor que solicitaba para moverse. Las brujas eran las responsables, el embrujo que le dio la vida no era del todo provechoso para el carácter depredador del que había descendido a la tierra a asolarla. Sin temor, él no se podía mover.
La niña le observaba con calma desde el lago de sus penas, lo grotesco del ser que ante ella apareció no le sorprendió, no le era nuevo, no le temía.
No lo comprendió, no lo entendió, era algo totalmente salido del contexto que él conocía. Una criatura humana que no le temía; era atroz, era horrendo, era aterrador.
Pues si bien cumplía con aquellas características a plenitud ante él, no por ello dejaba de ser real. He allí el Némesis del monstruo, todo su poder se fue por los suelos y ya nada quedaba de la temida criatura más que su cuerpo, pues voluntad para la destrucción ya no le quedaba.
Así pues, la poderosa bestia fue derrotada por una mirada, una sola mirada de una niña…sin embargo, la niña conoce su maldición, y sabe que si deja de verle con aquella indiferencia, el poder de la bestia renacerá y la eliminara.
Y allí permanecen, en la frontera entre las penas de la princesa y las sombras del espantapájaros; ambos encerrados en un ciclo eterno y perpetuo, donde ambos perdieron y ambos triunfaron.
Jean Paul Lopez Franco
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